Rotación inversa de Venus y el origen de
nuestra luna.
Hasta
el momento existen tres teorías que podrían explicar el fenómeno de la rotación
inversa de Venus. La primera, la clásica de impactos interestelares, señala que Venus impactó con un planeta
desconocido, fue tan grande el golpe que invirtió su giro de rotación. La
segunda, nos dice que el poder la presión atmosférica y otros factores como las
mareas gravitacionales pudieron frenar e invertir el eje de rotación de Venus.
Y la tercera, con la que más me identifico, expone que Venus en algún momento
se inclinó tanto que quedó “patas arriba”, por ende girar inversamente es su
naturaleza, ya que nunca cambio de giro aunque desde nuestra perspectiva lo
veamos rotando al revés. Siempre ha tenido el mismo giro, lo que sucede es que
quien giró de posición fue el mismo planeta, es decir, lo que antes era su polo
norte ahora es su polo sur.
La
primera teoría, la que expone la sacudida que tuvo Venus con un planeta
desconocido el cual le hizo cambiar su giro de rotación, es la más popular. Y
no puede ser de otra manera, ya que para la gran comunidad científica, las
soluciones a la mayoría de fenómenos que se presentan en el universo son debido
a choques entre objetos celestes. Solo basta mencionar algunos: se teoriza que el nacimiento de nuestra luna fue producto
de un choque de nuestro planeta Tierra con un planeta fantasma del tamaño
de Marte; la extinción de los dinosaurios fue producto de un cometa que
colisionó con la Tierra; el origen del agua la trajeron los cometas que
colisionaron con nuestro planeta en millones de años; Urano está acostado en el sistema solar gracias a un choque con
otro planeta fantasma de su mismo tamaño; el origen de la vida la trajeron los
asteroides; la atmósfera terrestre se formó gracias a un gran asteroides.
Aunque los choques entre cuerpos celestes es el pan de cada día en el universo,
no deja
de ser recurrente, popular y facilista darle respuesta a todos los fenómenos
del sistema solar y del universo con la teoría de impactos interestelares, de
tal manera debemos esforzarnos por buscar
explicaciones diferentes.
La
segunda teoría plantea que la rotación inversa de Venus es debido a la
acumulación de varios tipos de fuerzas que pudieron alterar el eje de
rotación de Venus. Tales fuerzas como la presión y el calentamiento de su densa
atmósfera, fricción entre el núcleo y el manto, el efecto que produce el
fenómeno de las mareas producido por el sol en ese planeta. Según este
planteamiento, la densa atmósfera pudo haber frenado completamente el eje de
rotación del planeta para luego invertirla. Pues, sabemos que Venus posee la
atmósfera más densa y caótica de los rocosos del sistema solar, y que los
vientos superan en velocidad a su lenta rotación. Por tanto, esa fricción de
nubes, suelo, efecto invernadero y vulcanismo es una lucha o jaloneo constante
en el planeta. La teoría explica que estas fuerzas en su momento frenaron al
planeta, lo perturbaron a tal punto que cambiaron el eje de Venus. Incluso hay
quienes señalan que el planeta no gira sobre su eje, simplemente da vaivenes o
cabezadas en su lucha por mantenerse, y ese es el motivo que su día sea el más
largo del sistema solar, incluso más largo que su año.
Esta es una
teoría excelente, pero Mercurio y Titán, un planeta y un satélite totalmente
diferentes le quitan la razón a esta teoría sobre el asunto de que la atmósfera
es la responsable de la rotación inversa de Venus. Pues el planeta Mercurio
casi no posee atmósfera, es casi un núcleo pelado, por tanto no tiene el
problema de la presión atmosférica, no obstante su rotación es larga. Mientras
Titán, satélite de Saturno, con una atmósfera pesada no ha ejercido presión ni
frenado al satélite, este objeto aunque no tiene las características físicas de
Venus y su atmósfera no es tan caótica, allí llueve metano, gas más
pesado que el dióxido de carbono. Por tanto, por
mucha presión que tenga una atmósfera es poco probable que el poder de sus
nubes frene y hagan cambiar el eje de rotación de un planeta, a menos que su
núcleo este hecho de otro componente diferente al hierro, y su manto diferente
a la roca, es decir, de materiales más liviano. Además, aunque nuestro planeta
no posee las características de Venus, su superficie está cargada de agua, un
elemento más denso, y el cual es arrastrada por los vientos, mareas lunares y
otros fenómenos de un lugar a otro, y su rotación no se ve perturbada. Tal vez
la puedan afectar un poquito, pero no para frenar su rotación.
Siendo
así, me quedo con la tercera teoría, expuestas por astrónomos franceses.
Estos señores plantean la teoría de que la
rotación inversa de Venus es una condición normal del planeta, ya que
este rocoso se formó con una inclinación sobre su eje inusualmente grande que
provocó que el planeta acabara totalmente “patas arriba” en la órbita del
sistema solar, y por tanto su sentido de giro, aparentemente, se invirtiera.
Siendo así, desde nuestra perspectiva pareciese que el planeta girase al revés,
pero no lo está, lo que ha habido es un cambio de movimiento en la inclinación
en su órbita; o su movimiento de precesión o cabeceo, quizás más rápida que la
nuestra, pudo haber ayudado a que el planeta se inclinase demasiado, tanto que
su polo sur pasó a ser su nuevo polo norte. Ver video link.
Urano le da la razón
a esta teoría, este gigante gaseoso tiene casi el mismo problema de Venus, pues
este planeta se haya acostado en el sistema solar, con una inclinación de 98°
en el plano orbital. Por lo tanto, con la pose de una mariposa o el empujoncito
del viento solar, este gigante también podría quedar “patas arriba”, se
invertirían sus polos, como le aconteció a Venus. Mantendría su normal rotación
pero desde nuestra perspectiva nos parecerá que girase al revés.
Aunque me inclinó por
esta teoría, creo que le hace falta un pequeño aderezo, un ingrediente: un
satélite responsable de que Venus se inclinase tanto e hiciese que su eje diera
reversa, y no precisamente por un impacto.
Si damos un vistazo a
la relación Tierra y la luna, además de pellizcar los océanos de la Tierra a
través del fenómeno de las mareas, está comprobado que nuestro satélite
se aleja de la Tierra tres centímetro por año. Aunque es una cantidad
insignificante, contabilizados en miles de años pondría en peligro la
estabilidad del eje terrestre; incluso, la Tierra se inclinaría tanto que
posiblemente la Tierra termine como Venus, girando al revés, veríamos el sol
nacer por el oeste y ocultarse por el este, la luna más pequeña, sin eclipses
de sol y nuestros días serían muy largos.
Con este argumento,
para que Venus se haya inclinado tanto tuvo que poseer en el pasado un satélite
natural que salvaguarde la inclinación orbital, y que sus días no fuesen tan
largos como los que posee en la actualidad. Un satélite también hubiese
reducido la presión que ejerce la atmósfera sobre el suelo Venusiano, no sería
tan caótica y aplastante, pues su luna también jalaría un poco su atmósfera.
Pero ¿De
dónde pudo brotar una luna en Venus y qué rumbo cogió? Como dije al principio,
no soy amigo de los impactos interestelares ni de planetas fantasmas que
aparecen y se van. Por lo tanto, la luna que orbitó Venus pudo ser la misma
luna que desfila cada 15 días por nuestro cielo nocturno.
Siempre se ha dicho que la
luna que poseemos es muy grande en relación con nuestro planeta, por ese motivo
es poco probable que la órbita de la Tierra la hubiese capturado en el pasado.
No obstante, la luna está formada por los mismos elementos que posee la Tierra,
por esta razón se dice que la luna prácticamente es una “hija” de nuestro
planeta, ya que nació de sus entrañas. Nació de un impacto de la Tierra con un
planeta del tamaño de Marte, fue tanto el impacto que de pedazo de nuestro
planeta nació nuestro satélite natural. Pero resulta que Venus también posee
las mismas características y elementos que hay en la Tierra, tanto así que le
ha considerado el gemelo malvado de la Tierra. Por tanto, la luna también pudo
haber sido “hija” de Venus.
Como vemos, hay tres
cuerpos celestes con las mismas características y casi del mismo tamaño en la
misma zona de los rocosos. Siendo así, no sorprendería que verdaderamente
existió un gran impacto, pero no el de la Tierra con otro planeta del tamaño de
Marte que luego desapareció como un fantasma, sino un gran impacto entre dos
objetos donde nadie desaparezca, ya que en el sistema solar y el universo nada
desaparece sino se recicla. Este gran impacto ocurrió entre dos planetesimales,
estos ya maduritos a punto de recibir el grado de planetas, y fue tan grande
esa colisión, que de allí brotó la Tierra, nuestra luna y Venus. Luego estos cuerpos formado un sistema ternario,
compartían los tres un centro de masa. Esta situación tuvo a Venus con una
órbita estable, por distintas circunstancia la fuerza de gravedad de la Tierra
se quedó con nuestro vecino cercano como lo es nuestra luna, y dejó a Venus con
una inclinación anormal, pero sin antes absorber toda la posible atmósfera que
tuvo la luna. Con el tiempo Venus no pudo sostener su inclinación, quedó
acostado en el sistema solar por millones de años, al igual que Urano, hasta
cambiar sus polos o quedar “patas arriba”.
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